A mi abuelo le encantan las gachas (aquí en mi casa “poleá”,
no preguntéis por qué). Yo ni idea de cómo hacerlas, algunas veces de pequeña
vi a mi abuela como las hacía (me encantaba verla cocinar) pero al contrario de
otras comidas que sí aprendí, la verdad es que esta no (tal vez porque a mí no
me gustan nada). El caso es que a mi madre también le gustan, y esta tarde nos
hemos metido los tres en la cocina (mi abuelo, mi madre y yo entre sartenes, vaya
peligro).
Reconoceré que he disfrutado el momento, los dos contradiciéndose
con el momento de echar los ingredientes y dándome órdenes contradictorias a la
vez, realmente nos hemos reído mucho y aunque hubo un momento de tensión (mi
abuelo gritando un YA ensordecedor mientras yo echaba agua a la sartén lo que
hizo que casi volcara la jarra entera del susto y cuando pregunté si me había pasado
me dijo que en verdad no, que me había quedado
incluso corta, “pa que veáis”) todo salió más o menos decente.
Pues eso, que son estas pequeñas cosas las que hay que
disfrutar, tres generaciones en una cocina, en una tarde primaveral de enero,
riendo y disfrutando de un momento de regresión al pasado. Nada mejor.
Abuela ni te imaginas lo que te echamos de menos.
![]() |
Es una foto tomada de internet, la nuestra no tenía tan buena pinta aunque a los comensales les ha encantado |