Siempre he estado rodeada de libros. Desde pequeña, las estanterías
de mi dormitorio siempre han estado llenas de “El Libro de Vapor”, “El Pequeño Nicolás” o “Manolito
Gafotas” (igual fue este el primero que me hizo reír de verdad). Y los clásicos infantiles también estuvieron alrededor
de mí: Heidi, La Cenicienta, los libros de Teo, los Gnomos, Peter Pan, Mil Adivinanzas…
a mi madre le gusta mucho leer y eso se notaba.
Mi vecina A. siempre me regalaba libros con nombres
divertidos y me encantaba descubrirlos (“Historia de una gaviota y el gato que le
enseñó a volar”, “La hija del espantapájaros” entre otros. Y recuerdo con cariño
un libro que alguien me dejó sobre algo de un escarabajo volador, unos niños,
algo de magia y algo de Egipto pero no recuerdo nada más, una pena!
El primer libro que me atrapó de verdad y que me hizo
emocionarme fue Mujercitas, igual tendría 11 años (no lo recuerdo bien), hasta entonces sólo leía por la noche pero cuando me introduje en la trama de la familia
March necesitaba leer a todas horas. Luego llegaron el “Ya no soy tu niña” (muy
divertido para esa edad) y muchos más.
En el instituto también leía, evidentemente por obligación
porque la colección que elegían mis profesores no era, digamos, muy atractiva. “La
casa de Bernarda Alba”, “La Celestina”, “El Lazarillo de Tormes”… a que niña de
13 años le puede gustar “Trasfalgar”?? A base de leer obligada perdió para mí
la magia de la lectura hasta que con 14 años nos hicieron leer (recuerdo
perfectamente a mi profe de lengua de aquel año y como nunca tuve otra igual) “La
Dama del Alba, y de nuevo otra vez, se encendió la chispa. Es un libro de
teatro clásico pero distinto a lo anterior, lo acabé en dos días y me atrapó de
nuevo.
A partir de entonces separé los que leía por obligación y
los que yo elegía como si no fueran lo mismo. En bachiller leímos “Un Mundo Feliz”.
Si alguien me preguntara sobre qué libro me hizo pensar más sobre la sociedad elegiría
este sin duda y también leímos “Como agua para chocolate” que me entusiasmó.
Luego llegó la universidad y mi obsesión por libros de
psicología. El día que supe la nota de selectividad me llegó "Déjame que te cuente" (me lo tomé como una señal) así que Jorge Bucay,
Paulo Coelho y algunos clásicos entraron en mi vida por entonces (me regalaron “La
Divina Comedia” con la dedicatoria más bonita y más cursi hasta ahora: Que este libro de Dante haga nacer mil
sonrisas en ti, siembre en tu corazón una semilla de felicidad que nunca jamás
llegue a perecer, te de fuerzas para romper tu silencio y puedas mostrar al
mundo entero la divina esencia de tu bello ser. Para Rocío).
Con el tiempo decidí elegir libros alejados de lo que estudiaba
que ya pensaba bastante en clase, la lectura tenía que hacerme desconectar. A
partir de entonces empecé a leer de otra forma (“A Través del Fuego”, “La Sombra del
Viento”, “Lo que me queda por vivir”, “Eva Luna”, “Memorias de una Geisha”, “Escucha
mi voz”, “El curiosos incidente del perro a media noche”, “Contra el Viento”, “La
Soledad de los Números Primos”, “El Primer Día”, “La Primera Noche”, …). Leí
mucho en mis años de carrera y me imagino que como a todos, me gustan esos
libros que transmiten cosas, a veces buenas y otras no tanto pero esos que
cuando llegas a la última página sientes esa sensación entre pena porque se acaba
y satisfacción porque lo has disfrutado, con algunos lo conseguí y con otros
no, está claro.
No sé muy bien por qué pero hace tiempo que no leía demasiado
y creo que estoy recuperando la chispa de nuevo. Os mantendré informados.